martes, 11 de octubre de 2011

"Es injusto su olvido y su silencio "


Bolívar ingresó triunfante en Quito el 16 de junio de 1822. El pueblo lo aclamó entre gritos y aplausos hasta que una mujer, desde un balcón, le lanzó una corona de laureles que accidentalmente le pegó en los ojos. Bolívar levantó su mirada con aires de enojo para ver quien fue el responsable, pero no lo pudo mantener ni un segundo. Ella era Manuela Sáenz, una hermosa mujer ecuatoriana de 25 años.
Esa misma noche los presentaron en un evento ofrecido al Libertador donde Bolívar le dijo:"Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España..."Ambos se enamoraron a primera vista, pero hubo un problema, ella estaba casada por arreglo con un prestigio doctor ingles. Manuela no pudo divorciarse, pero tampoco ocultó su amor, y notoriamente se lo informo a su esposo y al resto de la comunidad. 
Manuela siguió a Simón en sus viajes, lo atendió en sus enfermedades, lo ayudó en sus trabajos y hasta le salvo su vida. Sí, ella misma le salvo la vida al mismísimo Simón Bolívar frustrando dos atentados en su contra. Por estas acciones, Bolívar mismo la llamó la "Libertadora del Libertador".
Simón y Manuela fueron amantes durante ocho años hasta la muerte de él en 1856.

Esta es una carta que ella le escribe a él. En la misma plantea si realmente su relación es "inmoral" por el hecho de que estuviese casada por arreglo con un ingles al cual no ama.
Una hermosa carta de amor en donde podemos ver que los libertadores de América, no sólo luchaban por su derecho a vivir en libertad, si no que tambíen, por su derecho a amar en libertad.






Chuquisca, a 17de mayo de 1826

General Simón Bolívar

Estimado señor:

Qué falta de amabilidad tiene usted, pues ya se olvidó (conmigo) de las finezas. Bien es cierto que las grandes ausencias a Ud, no le afectan el ánimo, y las tiene como pretexto para olvidarse de mí. Yo le pregunto: ¿he cometido algún pecado que sea el darle todo mi amor, aun privándome del de mi fortuito marido? Yo digo ¡no basta!

No me he olvidado de las obligaciones que tengo para con usted, o mejor para con el ejército. Pero si tengo que entregar el archivo, será el último día de mi viaje a Londres con James, ya que así lo he determinado. Le confieso que es para mí una decisión terrible; pasarme de los míos y de mi país; porque no sé con qué me voy a encontrar allá. Usted siempre ha dicho que las cosas finas son delicadas y mi amor por usted se encuentra resentido por lo acrisolado de mi sufrimiento de saberlo mío y no de tenerlo junto a mí.

No quiero que usted se forme algún concepto de que yo le hago fuerza para que me ame, si no lo siente de verdad, ¿qué puedo yo esperar? Usted dirá que me quejo demasiado, pero es injusto su olvido y su silencio, y tan solo le pido de favor me permita siquiera verle con los ojos antes de marcharme.

Al único hombre de mi vida,

Suya, Manuela.

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