martes, 11 de octubre de 2011

"El amor por sí, no engendra amor.”


Mariana Alcoforado (1640-1723) fue una monja portuguesa que se enamoró del conde Chamilly, capitán de la caballería francesa.
Ella había sido seducida por él y éste, ingrato y olvidadizo, había partido para Francia dando por terminada su aventura.
Mariana le escribió solo 5 cartas, que describen el desarrollo de un amor imposible.

Primera carta:

“Perdieron mis ojos en los tuyos la única luz que los animaba. Hoy solo le quedan las lagrimas, y no les doy otro empleo que el de llorar, desde que supe que te resolvías a una separación para mi tan insoportable, que pronto me llevará a la muerte…Y con todo, me parece que tengo un no se que de enamorado apego a las tristezas de que tú solo eres causa. Te consagré la vida, desde que en ti se posaron mis ojos, y siento en sacrificarla un místico placer.”


Segunda carta:

“Con harta pesadumbre volví en mí. Era mi dicha, sentí que moría de amor y finalmente me hallaba bien viendo como cesaba de flagelarme el dolor de tu ausencia.
¿Podría satisfacerme una pasión menos ardiente que la mía?
Tal vez encontrarás a otra más hermosa (y con todo me decías en otros días que era bonita) pero no hallarás nunca tanto amor, y lo demás es nada…Adiós, no puedo más. Adiós, ámame siempre y has padecer más a tu pobre Mariana.”



Tercera carta:

“Tu honra te obliga a dejarme… ¿Pensé yo en la mía?
Odio todo lo que estoy obligada a ver y hacer. Todo se me hace insoportable: el convento, la familia, las amistades. Tan celosa me siento de mi pasión, que me parece que todos mis actos, todas mis obligaciones te pertenecen. Sí, tengo escrúpulos de no entregar a ti todos los momentos de mi vida.”



Cuarta carta:

“Hubiese sido menester que en aquellos momentos de suprema felicidad acudiese yo a la razón, para moderar los excesos de mi deleite y para poder anticiparme a los padecimientos actuales. Pero me entregaba toda a ti, amor mío, y no podía detenerme a pensar en cuanto había de ser más tarde la ponzoña de mi entendimiento…Prefiero olvidarte a sufrir más aun. Soy más feliz que tú, porque amo mi propio ser.”


Quinta carta:

“Le amé neciamente. Por usted lo desprecié todo y de todo prescindí. Excesivamente ingenua, le revelé por hechos y de palabra mi arrolladora pasión, olvidando que para hacerse amar es preciso fingir y buscar astutamente los medios de enardecer. El amor por si, no engendra amor.”


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